domingo, 31 de agosto de 2014

Desierto de Namib. Un viaje por África del Sur

    Duna 45  (Luis es uno de los puntitos de arriba)
Iniciamos el Safari en Namibia. Ver entrada anterior: Un viaje por África del Sur 1
Ruta del Safarí

Los nidos comunitarios del pájaro tejedor
Dejamos Windhoek, la capital de Namibia, después de un desayuno contundente que nos da fuerzas para iniciar el viaje, que se prevé largo.

Antes de salir hacemos una breve parada para comprar bebidas y picoteo y soportar así las grandes distancias. Todos aportamos a un fondo en dólares namibios o rands sudafricanos) excepto unas señoras mayores que se hacen llamar “garzas reales”, que no quieren participar pero que a lo largo del viaje demostrarán grandes habilidades como acaparadoras de alimentos. Especialistas en viajes organizados, una especie que no conocía, tiran por tierra la teoría de que viajar abre la mente. (una malicia: ¡ Por el Ipad las conocerás!).

 Viajamos en camión hacia el sur de Namibia, la enorme llanura de hierba amarilla salpicada de acacias espinosas se vuelve más y más seca, la vegetación poco a poco desaparece y cambia de color dando paso a unas suaves y onduladas colinas de color rojizo. Son los colores del desierto de Namib, el más antiguo del planeta ,que se extiende a lo largo de la Costa de Namibia, 2000 km que van desde Sudáfrica hasta Angola.

Desierto de Namib
Por el camino vemos manadas de springboks, gacelas saltarinas que dan nombre al famoso equipo de rugby sudafricano. También algún orix que nos recuerda el anagrama de una compañía aérea y los enormes nidos colgantes del pájaro tejedor.

Desierto de Namib
Nos dirigimos al campamento Sossusvlei en el desierto, no lejos de la famosa Duna 45 (150 m),  llamada así por estar a 45 km de Sesriem, que vamos a intentar subir. La ascensión no es difícil, pero hay que estar en forma para caminar una hora por la arena resbaladiza. Yo soy incapaz de subir a la cima y me quedo a la mitad sentada en la suavísima arena roja a contemplar la belleza de la nada, la arena roja que lo invade todo, la luz del atardecer que aumenta los contrastes rojizos, la brisa cálida de los últimos rayos del sol, el inmenso cielo que empieza a cambiar de color...
Curiosamente, esta arena no se forma en la región del Namib sino que hace un largo viaje. Procede de la desembocadura del río Orange, muchos kilómetros al sur; al llegar al Océano Atlántico, la Corriente de Benguela la arrastra hasta la Costa de los Esqueletos, y una vez allí el viento la expande desde la playa al interior, abarcando miles de kilómetros cuadrados.

En la Duna 45
Puesta de sol en el Desierto de Namib
Al bajar César nos recibe con un gin tonic que combina a la perfección con el paisaje. Y cecina de kudu, que probamos por primera vez y me encanta. Un buen detalle que sabe a gloria.

Orix
Cuando volvemos al campamento ya ha caído la noche y las tiendas están montadas, una lamparita de papel con una vela en el interior ilumina la entrada de cada tienda. La imagen me impacta. La luna llena grande y potente, la nítida luz de la velas, la silueta de las tiendas, el zorrillo de orejas grandes que busca comida, la noche fresca..., no puedo por menos que tararear la música de “Memorias de África” y me siento feliz.

     Noche en el campamento   Foto: Nuria
Luis se queda de tertulia, a contar anécdotas de viaje bajo las estrellas de la constelación de la Cruz del Sur, pero yo caigo rendida (no aguanto nada por las noches), al día siguiente de nuevo nos espera un día intenso.

Deadvlei
Madrugamos, a las 4,30 ya estamos en pie para ir a Deadvlei, el antiquísimo lago seco, con el suelo blanco por la sal, que ha dejado un paisaje de árboles muertos (no petrificados) rodeado de dunas rojas, consideradas las más altas del mundo como Big Daddy, Big Mama o la Duna 7, de unos 390 m. El lugar realmente es especial y aunque hay algún turista, en el interior de este lago se siente la soledad y el silencio. Increíble sensación de inmensidad!.


Deadvlei

No lejos de Sossusvlei se encuentra el Cañón de Sesriem. Escondido, camuflado, un roto hacia el interior de la tierra en un extenso, amplio, seco, espacio llano, sin vegetación. Son las 10 de la mañana y ya hace mucha calor, sin embargo en el interior del cañón se está fresquito, las paredes dan sombra y hasta encontramos un pequeño charco que parece un espejismo del desierto.
Cañón de Sesriem

Después de comer volamos en helicóptero sobre el desierto, es mi primera experiencia, estoy nerviosa y emocionada. Resulta genial, desde arriba vemos las manadas de orix con sus cuernos largos, gacelas, los círculos redondos de las hadas que todavía son un misterio por descubrir, el desierto en su magnitud...

El desierto en helicóptero

Una rica cena en el campamento preparada por Israel es el broche de oro para este día intenso.
La noche es fresca pero no fría a pesar de ser invierno y la luna sigue igual de llena y brillante.

Solitaire
Nuevo madrugón y larga travesía del desierto. La primera parada la hacemos en Solitaire, un peculiar lugar en medio de la nada. Hace muchos años, aprovechando la presencia de una gasolinera, un tal Moose decidió abrir una pastelería que parecía abocada al fracaso. La personalidad del orondo Moose y la fama de su tarta de manzana hicieron del lugar una parada obligada. Murió hace unos meses y tal vez el lugar ya no sea lo mismo, pero me gustó conocerlo, el tiempo lo dirá.

Cruzando el Trópico de Capricornio

Planta Welwitschia 
Cruzamos la simbólica línea del Trópico de Capricornio y seguimos viaje por un paisaje monótono, llano, dejando pasar las horas, Desde un punto más alto contemplamos este paisaje lunar que se pierde hasta el infinito en una prolongación de colinas secas de color pardo. Vemos  la Welwitschia mirabilis, una planta endémica de esta zona, que puede vivir hasta dos mil años, gracias a su adaptación a las duras condiciones de vida del desierto.
Los ejemplares más grandes se encuentran en esta llanura desértica, en Welwitschia Fläche  no lejos de Swakopmund.
La planta no es bonita, más bien es feísima con sus hojas desilachadas a ras de suelo, pero su constancia la hace especial.

Paisaje lunar en el desierto

Llegamos a media tarde a Swakopmund. Antes de que se ponga el sol salimos a conocer esta ciudad de construcción colonial alemana,  a la orilla del Atlántico, rodeada por la arena del desierto de Namib.
Swakopmund
Todos los carteles están en alemán, el idioma que oímos hablar a los residentes blancos, que disfrutan del sol en las terrazas del paseo marítimo. Este espacio apenas se comparte con los ciudadanos de color, que están un poco mas allá, cerca del faro, en un improvisado mercado artesano. Paseamos por las calles amplias y limpias, con bonitos edificios coloniales de colores, pero la ciudad tiene “algo” que no me gusta, es un poco artificial, como si fuese falsa esa aparente belleza. No me siento cómoda. Tal vez se percibe ese pasado del que apenas se sabe nada, el triste “experimento” de los campos de concentración y exterminio que se llevó a cabo en la ciudad. Una cruel época, tristemente silenciada, que acabó con el despojo de tierras por parte de los colonos alemanes y el exterminio de las poblaciones nativas, muriendo en 4 años (1904 -1907) el 80% de los hereros y el 50 % de los namas. Con razón la ONU en 1985 consideró este episodio de la historia el primer genocidio del siglo XX.


Otras entradas de la ruta por África del Sur:
Etapa 1: Un viaje por África del Sur
Etapa 2: Desierto de Namib.Un viaje por África del Sur
Etapa 3 Costa Esqueletos. Namibia 
Etapa 4: Los Himba de Namibia 
Etapa 5: Por el Delta del Okavango  
Etapa 6: Parque Naciona de Etosha. Namibia
Etapa 7: Parque Nacional de Chobe. Botsuana
Etapa 8: Cataratas Victoria en Zimbabue

Desierto de Namib. Un viaje por África del Sur

Articulo original en: http://viajararatos.blogspot.com.es/
Etiquetas de cerveza: África del Sur

domingo, 24 de agosto de 2014

Un viaje por África del Sur

Primeros pasos de un viaje por África del Sur

Estación de tren de Zaragoza
El primer sábado de junio Antonio nos despide en la estación Zaragoza-Delicias con una foto que sube al wsp familiar. A las 10 de la mañana sale el tren para Barcelona, Luis se encargó de comprar el billete hace un tiempo y nos sale barato (16 €). 
Antes de salir hacia el aeropuerto de Barcelona picamos algo en un bar cerca de la estación de Sants que nos resulta divertido, los camareros suben y bajan la empinada calle que va de la cocina, que está abajo, a la terraza, que está arriba, con un Scooter de motor (patinete eléctrico) y la bandeja cargada de comandas, un ejemplo peculiar de adaptación al medio.
Volamos con KLM, a media tarde llegamos a Amsterdam y después de dejar las maletas en el hotel Citizen M del aeropuerto, cogemos el tren para ir a la Estación Central de Amsterdam.
Me hace ilusión volver a esta ciudad que visité hace mucho tiempo. Me encantan las estrechas y altas casas de ladrillo rojo a la orilla de los canales. El centro está muy animado, es sábado y las barcas surcan los canales con un ritmo tranquilo, como si quisieran dejarse ver; algunas llevan música alta y barriles de cerveza al estilo botellón acuático.
Paseamos por la ciudad, cenamos unas costillas en una brasserie del centro, tomamos una cerveza artesana y a media noche volvemos al hotel del aeropuerto.

Canales de Amsterdam

A las diez de la mañana sale el vuelo directo Amsterdam-Ciudad del Cabo, que dura 11 horas. A pesar de ser un vuelo a África nos sorprende las pocas personas de color que viajan en él y los puros rasgos germánicos de la tripulación de KLM.

Bo-Kaap, el barrio musulmán de Ciudad del Cabo
Llegamos a Ciudad del Cabo a las 9h30 de la noche, llueve y hace frío, estamos en el invierno austral, Un taxi (260 Rand, unos 18 €) nos lleva al céntrico Cape Town Logde hotel (unos 45 €), un hotel bueno y barato ubicado frente a  Bo-Kaap, el barrio musulmán. En el recorrido vemos las luces que siluetean Ciudad del Cabo, anticipando la sensación de que esta ciudad nos va a gustar.
Sigue lloviendo toda la noche, a ratos “jarrea” con fuerza, las ventanas no cierran bien, hace frío y no apetece salir de la cama. Por la mañana Luis remolonea, dice que está deprimido, muy lejos de casa y que no quiere levantarse, pero por fin a las 9h arrancamos, salimos a la calle y después de desayunar en el Birds Café una tortilla blanca (sin yema) y un rico café, vemos que no es para tanto. Por suerte el variable clima de Aragón hace que los "maños" nos adaptemos a cualquier clima del mundo y si hoy toca lluvia y granizo pues, ¡que no se diga!,  que de eso también tenemos en Aragón.
Cambio de guardia en Fuerte Buena Esperanza

domingo, 17 de agosto de 2014

Etiquetas de cervezas: África del Sur

Pili y Luis con una St Louis en el PN Chobe Botsuana
En nuestro último viaje por los países del Sur de África: Namibia, Botsuana, Zimbabue y Sudáfrica, coleccionamos nuevas etiquetas de cerveza que guardamos en el diario de viaje y ahora os presentamos.

Cervezas de Namibia

Namibia, colonizada por los alemanes en 1840 puso en marcha en 1904 cuatro cervecerías adaptadas a su clima cálido: tres en Windhoek y una en Swakopmund.    
En 1920 las cuatro industrias fueron adquiridas por dos alemanes que fundaron la cervecería South West. Con la independencia de Namibia en 1990, South West cambió de nombre y pasó a llamarse Namibia Breweries Limited (NBL), sociedad que salió a Bolsa unos años más tarde.
Desde 2010 la South African Breweries (SAB) es accionista minoritario y juntos producen la mayoría de las cervezas que se consumen en los países de África del Sur


La cerveza Windhoek
La capital de Namibia le presta el nombre a esta popular cerveza creada por dos jóvenes alemanes en los primeros años del s. XX. Aunque las desérticas tierras de Namibia no producen cebada, malta, ni lúpulo, que en sus inicios se importaron de Alemania, esto no fue obstáculo para crear una cerveza que ha pasado de generación en generación y que con los años ha alcanzado un reconocimiento internacional, recibiendo la medalla de oro durante los años 2007 al 2013. Es considerada una de las mejores cervezas del mundo por la Deutsche Gesellschaft Landwirtschafts (DLG).

lunes, 4 de agosto de 2014

Por el Delta del Okavango

Anochece en el Delta del Okavango
 Cada viaje tiene una imagen con aroma y sonido, que ninguna cámara puede captar y que se queda un tiempo grabada en la retina.  Los mokoros (barcas de Delta del Okavango) a la orilla de un río cubierto de vegetación es una de ellas.

Amanece en el río Kavango

Mapa del Delta del Okavango
No sabía gran cosa del Delta del Okavango hasta que en el mes de junio viajamos a Namibia y Botsuana y pudimos hacernos una idea de la magnitud de este ecosistema inédito y peculiar; un río que no muere en el mar sino que termina, formando un falso delta, engullido-escondido-desaparecido en las secas tierras del desierto de Kalahari.
Pasamos varios días por el Delta; vimos de cerca el caudaloso río Kavango (llamado así en la parte de Namibia), navegamos por los laberínticos canales cubiertos de nenúfares y esbeltos abanicos de papiro, contemplamos la puesta de sol desde una de las múltiples islas y admiramos desde el aire, sobrevolándolo en avioneta, como el río serpentea y cambia de color hasta desaparecer envuelto en tierra.