jueves, 14 de mayo de 2015

Guipúzcoa en cuatro días: Lluvia, sidra y txakolí

San Sebastián desde el monte Igueldo
Pues sí, llevábamos ya mucho tiempo con nuestra actividad viajera paralizada, así que decidimos retomarla aprovechando uno de los puentes primaverales: el de San Jorge, festivo en Aragón.

¿El destino? La verdad es que no lo dudamos mucho... Pensando en el tiempo que llevábamos sin ir allí, y previa consulta de horarios de trenes, decidimos de común acuerdo pasar 4 días en una de las ciudades más hermosas de Europa, si no del mundo entero: SAN SEBASTIÁN/DONOSTIA.

Llegamos apenas pasado el mediodía del viernes y lo primero que hacemos es redescubrir las maravillosas vistas de la bahía, paseando despacio a lo largo de la playa de La Concha. El cielo nos recibe con algunas nubes, pero con luz de sobra para disfrutar de la ciudad y su ambiente fresco, joven y cosmopolita.



Funicular al monte Igueldo
El hotel que hemos elegido está en el otro extremo de la bahía, cerca de la playa de Ondarreta. Aprovechamos para subir al monte Igueldo en el funicular, que está muy cerca. Es un trenecito de madera de estilo antiguo; probablemente data de 1912, fecha de la inauguración del viejo parque de atracciones. Nos gustan mucho estos medios de transporte que son reliquias del pasado, a mí me recuerdan a los viejos tranvías de madera de Lisboa, que milagrosamente conservan el estilo original y siguen circulando como si nada hubiera cambiado en 100 años.



Desde lo alto del Igueldo la vista es sencillamente espectacular. Alcanza hasta más allá del monte Ulia y todos los barrios de San Sebastián, rodeados de colinas verdes. Hoy no hay muchos visitantes por aquí arriba; pasamos revista a los restos de las atracciones kitsch del histórico parque, al mamotreto infame del Hotel Mercure y la torre de vigilancia. Nos apetece bajar andando y nos recomiendan hacerlo por el Paseo del Faro, mucho más corto que la serpenteante carretera.

El Peine de los Vientos
Al llegar de nuevo a Ondarreta nos tropezamos con el viejo Club de Tenis, otra reliquia del pasado; el edificio antiguo recuerda esos clubes de polo que los ingleses construían en las capitales de las colonias. Seguimos la orilla del mar hasta llegar al Peine de los Vientos, uno de los símbolos del San Sebastián moderno. La instalación de este conjunto escultórico fue polémica en su día, pero una vez acabado tiene buen aspecto... excepto los días de galerna, supongo. Aquí sí que hay muchos turistas, todo el mundo se hace fotos y selfies mientras llega la hora de cenar o txikitear.
Al caer la noche se pone a llover, de modo que el txikiteo por bares y terrazas se retrae bastante. Nosotros además tenemos mesa reservada en un restaurante que está muy de moda: Saltxipi, una casa particular transformada, en los límites del barrio de Gros. La casa es muy elegante y sus clientes parecen gente distinguida, está claro que se trata de un sitio con pretensiones. Pero en cuanto a la cocina... bueno, no está mal, pero creemos que no justifica el precio. Cuando salimos ya no llueve, damos un paseo por "lo viejo" disfrutando de un ambiente apacible (no hay casi nadie por las calles) y cogemos uno de los últimos autobuses para volver al hotel, que estamos ya cansados.
Palacio de Miramar
El sábado amanece con un cielo bastante más claro. Desayunamos en la cafetería del Hotel Codina riendo las ocurrencias de Pedro, el encargado, que es todo un personaje. En las playas ya se nota actividad, mucha gente haciendo deporte o paseando; los adictos al bronceado no tardarán en aparecer ya que hoy va a hacer calor. Pasamos primero por el Palacio de Miramar, que nos pilla de paso y además no lo habíamos visto antes. En sus elegantes jardines nos tropezamos con la estatua dedicada a una celebridad histórica de este lugar: Catalina de Erauso, "la monja alférez". La han puesto aquí porque en este promontorio estaba el convento en que la monja profesó por breve tiempo, antes de embarcarse hacia América para liarse a matar gente. San Sebastián es una ciudad muy joven, que surge a partir del pequeño puerto de pescadores que había (y sigue habiendo) al pie del monte Urgull; todo lo demás es moderno y antes del siglo XVIII había poco más que colinas boscosas y playas desiertas.
Ayuntamiento de San Sebastián, antiguo Casino
El Palacio de Miramar fue construído cuando el Ayuntamiento cayó en la cuenta de que la familia real española venía a la ciudad a pasar los veranos y no disponía de una residencia conveniente a su alcurnia. La ciudad cedió el terreno pero, por suerte para las arcas municipales, la regente María Cristina (la que "nos quiere gobernar" xD) insistió en que la Casa Real pagaría la construcción de este palacio de estilo Tudor, pequeño y señorial, que en la actualidad acoge los cursos de verano de la Universidad del País Vasco y también se alquila para otros eventos.

Plaza Constitución 


La calle más famosa de San Sebastián
A mediodía ya estamos en la parte vieja, dispuestos, hoy sí, a txikitear como mandan los cánones, peregrinando de un bar a otro eligiendo pintxos acompañados de zuritos (cortos de cerveza) y txakolís. Empezamos con calma, sentados tranquilamente en la terraza del pequeño y veterano Tximista, en una esquina de la Plaza de la Constitución. Aquí los pintxos no son muy elaborados y el txakolí demasiado ácido para mi gusto, pero el ambiente es genial, se ve pasar a todo cristo. A continuación probamos dos de los bares más famosos del barrio: Txepetxa, especializado en tapas de anchoa y txangurro (centollo) y a continuación Borda Berri, sin duda uno de los mejores ya que suele estar a rebosar; aquí más que pintxos conviene pedir tapas que son pequeñas raciones de buena cocina casera en miniatura.


La Concha de San Sebastian
Los bañistas y otros amigos de las playas ya han tomado posiciones, son muchos pero La Concha dista mucho de estar saturada... para eso habrá que esperar a julio, supongo. Aunque se está muy bien en la arena, a nosotros por esta vez nos apetece meternos en un sitio cerrado... donde al mismo tiempo nos podemos bañar en agua salada y seguir mirando hacia la bahía. Nos referimos a La Perla, el histórico balneario que ya ha abierto sus puertas tras reparar los destrozos causados por una galerna en 2014. La entrada a este centro de talasoterapia es cara, pero a mí me viene muy bien hacer ejercicio en el agua y lo disfrutamos bastante.
Sidreria Ipintza en Astigarraga

Despedida de soltera a la francesa
Para esta noche tenemos prevista cena en una sidrería fuera de la ciudad. Cada año, entre noviembre y mayo, tiene lugar en Guipúzcoa la temporada de sidrerías o "temporada del txotx"; esto quiere decir que las sidrerías tradicionales abren sus puertas (algunas en realidad las abren todo el año) para que el público pueda degustar la sidra de temporada, en general complementada con un menú típico. El txotx, que es algo así como una descripción sonora de la apertura de una kupela o tonel de sidra, se ha convertido en una actividad social de primer orden; no hay "cuadrilla", grupo de amigos, familia, empresa o colectivo de cualquier tipo que no se cite una o varias veces por temporada para comer o cenar en una sidrería.
Las auténticas, que elaboran su propia sidra, están en diversos pueblos como Usurbil, Hernani, Zubieta, etc. o en caseríos aislados. Nosotros hemos elegido una de las muchas que hay en Astigarraga, población cercana a San Sebastián y bien conectada por un servicio de autobús.

El Txotx
La sidrería se llama Ipintza, es una casa pequeña y sencilla, pero bien acondicionada para comer y beber. En los salones hay mesas largas con bancos y vasos de cristal fino preparados para escanciar sidra. Las kupelas están alineadas en un pasillo estrecho y aislado, eso evita que se manchen los suelos más de lo necesario. Y no hace falta mucho más... bueno sí, un gran fogón con buenas parrillas y abundancia de carbón o leña para hacer brasas.

Menu de sidreria:





El menú es contundente: pintxo de chistorra de aperitivo, tortilla de bacalao (de 4 huevos), bacalao frito con pimientos y chuletón de 1kg para 2 personas. De postre, queso Idiazábal con nueces. ¿Que a alguno le entra sed mientras está comiendo? No tiene más que coger su vaso, acercarse a las kupelas, abrir la espita de una de ellas y servirse. La sidra sabe mejor y más fresca con la espuma que se forma al chocar contra el vaso, por eso se recomienda beberla en "culos" cortos y frecuentes.
Compartimos el comedor con varias cuadrillas y familias; también hay un grupo de chicas que han venido de Francia para celebrar una despedida de soltera; son muy modositas y no hacen nada de ruido, al menos comparado con la gente del lugar xD

Guetaria
El domingo por la mañana hacemos las maletas y nos vamos a Guetaria, uno de los pueblos de la costa vasca más emblemáticos. El autobús de Zumaia, que cogemos en la parada de la Avenida de la Libertad, va por el interior, enlazando primero las zonas industriales de Zubieta y Usurbil; a continuación pasa por Aguinaga, lugar famoso por sus preciadas angulas, siguiendo el río Oria hasta el puente que atraviesa la hermosa ría en Orio. Por fin se llega a la elegante playa de Zarautz y al salir de ella ya se ve toda la sección de costa que termina en el monte San Antón, conocido como "el ratón de Guetaria".
Los paisajes por tanto son bonitos y variados, pero al llegar allí el tiempo se ha vuelto a estropear y amenaza lluvia. Nos alojamos en el Hotel Itxas Gain, cuyo nombre significa "vistas al mar" o algo así. Es una casa sencilla pero bien equipada y lo bastante alta para ofrecer buenas vistas sobre una pequeña playa en forma de herradura. De momento nos bajamos a visitar el puerto pesquero, que hoy está poco animado, no sabemos si por ser domingo, por el mal tiempo o por ambas cosas. También entramos en la iglesia de San Salvador, gigante de piedra sillar de origen gótico que a la vez formaba parte de las antiguas fortificaciones del puerto. Esta iglesia, que tiene una estructura singular con su nave central en pendiente, es famosa porque en ella se instituyeron las Juntas de Guipúzcoa, a finales del siglo XIV.

Playa de Gaztetape en Guetaria
A mediodía el ambiente se empieza a animar con la gente que sale a txikitear por el barrio antiguo, pero también hay muchos forasteros que vienen con intención de comer un buen pescado salvaje. En este sentido, Guetaria es uno de los mayores puntos de atracción del turismo gastronómico y sus restaurantes y proveedores de pescado son conscientes de ello. El local más famoso sigue siendo Elkano, fundado hace más de 50 años por Pedro Arregui, tristemente fallecido en 2014. Nosotros de momento probamos la barra de pintxos ricos y originales del bar Itxaspe, en plena Kale Nagusia (calle mayor), pero tenemos mesa reservada en otro restaurante con buena fama: el Asador Astillero. Es un sitio más básico que Elkano, pero está en el puerto, nos han guardado una de las pocas mesas con vistas... y además aquí la gente viene a lo que viene: rodaballo a la brasa en su punto, con la piel crujiente, y txakolí Etxaniz, sin tonterías. Por cierto que este txakolí, producido en la propia Guetaria con uvas locales, me reconcilia totalmente con esa variedad por la que tenía pocas simpatías.
De tapas por Guetaria

El lunes por fin tenemos que ir preparando la vuelta a casa, pero antes nos aventuramos a subir, en medio de ráfagas de lluvia, a los altos que dominan Guetaria por la parte de tierra. La verdad es que el Ayuntamiento lo ha puesto fácil, ya que hay ascensor y escaleras mecánicas al aire libre para facilitar la subida a los sufridos vecinos. Arriba del todo, a tiro de piedra de viñedos, pastos y caseríos, se levanta el museo que Guetaria ha levantado a la memoria de uno de sus hijos más famosos: el modisto Cristóbal Balenciaga.
Parrilla de diseño para besugos
Otro guetariano no menos ilustre fue Juan Sebastián Elcano, protagonista, por accidente según las malas lenguas, de la mayor hazaña naval española: el final de la primera circunnavegación del mundo, allá por 1524. Al cumplirse 400 años de la gesta, las autoridades se impusieron el deber de instalar aquí un memorial de piedra, no muy elegante en mi opinión, desde el que también se domina una parte de la preciosa costa vasca. Además de la estatua que se levanta aquí, en el pueblo hay otras 2 o 3 que honran la memoria del navegante. Una de ellas por cierto es obra del escultor aragonés Antonio Palao (en realidad fue murciano, pero nos lo apropiamos xD)

Guetaria y el Museo Balenciaga
De vuelta en Donostia aprovechamos la tregua meteorológica para pasear un poco por otras partes del centro: el Bulevar, el "área romántica" o la playa de la Zurriola, que siempre mira a los "cubos naufragados" del nuevo Kursaal. Pasamos revista a tiendas de moda, que en San Sebastián ofrecen una originalidad y variedad de estilos poco frecuentes en otras ciudades. También entramos en La Bretxa, antiguo mercado de abastos medio reconvertido en un híbrido de morralla y productos de calidad. Lo más vistoso deben ser las pescaderías que se concentran en el sótano, pero al ser lunes están todas cerradas. Aún así no hacemos la visita en balde, compramos algo de queso artesano a uno de los baserritarrak (granjeros) que tienen sus puestos en el mercado.

"Construcción vacía", obra de Jorge Oteiza
Aita Mari
Volvemos a pasar junto al puerto pesquero y nos exponemos al furioso viento del Cantábrico en el Paseo Nuevo, que da la vuelta al monte Urgull. Esto nos prepara para imaginarnos cómo era la vida en tiempos de otro personaje clave en la historia de la ciudad, cuyo busto nos encontramos al volver a pasar por los muelles.  Me refiero al marino José María Zubía, alias Aita Mari. Y nos viene al pelo porque el último almuerzo del viaje lo vamos a hacer justamente en el restaurante Aita Mari, otro clásico del barrio portuario, que se mantiene pegado a las castizas Portaletas. El menú diario es barato para lo que se estila por aquí, pero nos sorprende por lo rico y elaborado; por lo demás nos damos cuenta de que su cocina es bien conocida en la región, ya que coincidimos con 2 deportistas famosos: el jugador de baloncesto Dani Díez y también.... el mismísimo Javier Clemente

Visión de la jugada

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