martes, 27 de marzo de 2012

Visiones de Egipto

La Esfinge de Guiza y las Pirámides al fondo. El Cairo
He viajado tres veces a Egipto, es un país que me atrae y me resulta interesante. Y ahora, cuando los periódicos han dejado de hablar de la revolución egipcia, sigo acordándome de este país que está viviendo importantes momentos históricos y luchando por su futuro.
La primera vez fui con Lola, en un viaje organizado de una semana que combinaba cuatro días de crucero con dos en El Cairo. Este viaje, básicamente turístico, me permitió conocer el impresionante pasado de Egipto, la parte mas fotografiada y en algunos aspectos mas interesante. De todos los monumentos me impactó especialmente la Esfinge de Guiza, me quedé embobada con esta enorme figura sin nariz, grande, majestuosa, que me hacia sentir pequeña y poca cosa.
Oasis y desierto


Desierto
 Volví a Egipto con Luis para hacer un recorrido por los oasis. Viajamos 2000 km a través del desierto, por los oasis de Siwah, Bahariya, Farafra, Dakhla y Kharga, lugares sin apenas turismo y con poblaciones concentradas alrededor de los escasos espacios de agua. Me sorprendió ver, claramente delimitada, la linea entre vegetación y desierto, vida y muerte, supervivencia y vacío. Y sobretodo los mil colores y formas del desierto; las dunas de arena fina y suave, de color amarillo del desierto de Siwah; el blanco deslumbrante de los gigantescos“champiñones”de piedra calcárea del desierto Blanco, cerca de Bahariya; la tierra negra de roca volcánica del Desierto Negro mas allá de Farafra, o los colores rojizos del Desierto Rojo y combinados entre unos y otros, paisajes de piedras de color marrón, en una llanura interminable, confundida con el horizonte.
El Desierto Blanco Bahariya. Egipto     Foto: trotamillas.es

Desierto

Desde El Cairo viajamos en tren a Alejandría, fundada por Alejandro Magno en el Delta del Nilo y actualmente un importante puerto del Mediterráneo Oriental. Un autobús nos llevo al oasis de Siwah, después de una larga parada en Marsa Matruh, (ciudad portuaria a 240 km de Alejandría, en la que veranea la clase media cairota).
En una calle de El Cairo

Verdulero de El Cairo
En los viajes se nos quedan retenidas en la memoria escenas y momentos  que, sin saber bien el motivo, seguimos recordando a lo largo de los años. Recuerdo que en Marsa Matruh fui al baño, una mujer con mantón negro y la cara cubierta sujeta la puerta desde dentro. Me dice, en un correcto inglés, que el baño está muy sucio. Su madre se lava las manos discretamente. La chica se destapa la cara para refrescarse. Es joven, muy guapa y lleva un maquillaje elegante en ojos, labios y mejillas. Me ayuda, me espera y antes de salir se cubre de nuevo la cara. Cada una se dirige a su autobús, yo al de Siwah, ellas al de Alejandría. Al rato miro hacia allí, varias mujeres van tapadas de negro y con la cara cubierta, tal vez la chica me mire y me sonría, pero yo ya no la distingo, se me confunde con el grupo. Cuando veo mujeres con la cara cubierta, evoco esta escena.
Dejamos atrás el desierto y llegamos a Luxor. Después de tantos días tranquilos nos agobió el ambiente y salimos rápidamente. En El Cairo la familia de Mahmud nos pide que llevemos un paquete a su hijo, al que conocemos porque está en Aula Dei, en Zaragoza. Un rato antes de salir hacia el aeropuerto, el padre y varias hermanas acuden con una enorme bolsa llena de comida recién cocinada, especialmente los pichones en salsa que al parecer tanto le gustan. A veces la educación tiene sus inconvenientes y aunque protestamos un poco, cargamos con los pichones hasta España. La gula de Mahmud nos esperaba ansiosa en la estación de tren de Zaragoza, allí recogió su comida y se perdió rápidamente a hincar el diente a los recién cocinados pichones.
Moraleja: quien quiera pichones que se los cocine.

Monasterio de Santa Catalina. Monte Sinai. Egipto
El último viaje a Egipto formó parte de una ruta por el Mediterráneo. Iniciamos el recorrido en El Cairo y a través de la Península del Sinai y el Mar Rojo pasamos a Jordania, Siria, Líbano y Turquía para volver desde Estambul.

Subida al Monte Sinai por la puerta del Perdón
Subimos al Monte Sinai por la tarde, cuando ya no quedaban turistas y podíamos caminar tranquilos. Pasamos por la puerta del Perdón y vemos la puesta de sol desde lo alto, con un paisaje árido de piedra caliza, sin apenas vegetación. El monte Sinai es un lugar de culto de judíos, musulmanes y cristianos. Según la Biblia, fue allí donde Dios entregó a Moisés las Tablas de la Ley con los Diez Mandamientos. Cuando Moisés bajo del monte Sinai, después de cuarenta días, el pueblo desesperado estaba adorando un becerro de oro, Moisés se enojó profundamente y lo rompió.
El becerro de oro (the golden calf)
Pero yo, viendo el paisaje del Monte Sinai, entiendo a los hebreos. Es muy difícil aguantar 40 días en un secarral, bajo un sol de justicia, sin nada que comer, para que encima te digan que esta es la tierra prometida.
Buceamos en las aguas claras y transparentes del mar Rojo, desde la orilla se llega fácilmente a un acantilado en el que pasamos horas viendo una gran diversidad de peces y contemplando los intensos tonos de los corales vivos. Cruzamos el Mar Rojo hasta Jordania, en el recorrido vemos las luces de los pueblos costeros de los cuatro países, Egipto, Israel, Jordania y Arabia Saudí.

Tres visiones de Egipto, todas ellas impactantes e inolvidable.

4 comentarios:

Güngör Ekinci Saglik dijo...

Hola, tu blog muy bien. besos...

Anónimo dijo...

Bizim gibi sizin çok fazla teşekkür

Luis

Anónimo dijo...

Estaba pensando que yo era de esa gente que no le importa repetir países, pero veo que no estoy sola. Han sido dos mis viajes a Egipto y espero que sea alguna más el desierto blanco me parece muy interesante. Salud a los dos.
Isabel Plumed

Pilar Brun dijo...

Isabel, a nosotros nos gusta viajar despacio y no nos importa repetir los países, se vuelven a vivir de una manera diferente.
El Desierto Blanco y la ruta por los oasis de Egipto es un viaje para no perderse.