jueves, 6 de junio de 2013

Mi primer viaje. China en 1989 (2/2)

Mi amuleto de jade verde


En Suzhou a la orilla del lago Taihu en el delta del río Yangtsé ya habíamos superado la prueba inicial y disfrutamos de los jardines y de las vistas del lago. Recuerdo especialmente los paseos por los barrios populares en los que podíamos ver a las familias haciendo la vida en los patios donde se encontraban los grifos de agua comunitaria. En nuestros paseos éramos objeto de observación, la gente se nos quedaba mirando y nos saludaban: Nin hao!, Nin hao!, pronto aprendimos el saludo y a sonreír las bromas que no entendíamos.
En Suzhou estuvo con nosotros un chico joven que quería practicar inglés. Resultó ser un formidable y estupendo guía con el que disfrutamos y visitamos a fondo la ciudad, nos acompañó, nos explicó, nos llevó a ver las discotecas locales, reimos,..

Despedida en Suzshou
El Gran Canal
Nos ayudó a conseguir un billete para ir de Suzhou a Hangzhou por el Gran Canal que, por alguna extraña razón, una y otra vez nos decían que no era posible. Lo dejamos a la orilla del Canal, despidiéndonos con tristeza.
Nos embarcamos en un pequeño barco, alojados en sencillos pero cómodos camarotes. Un viaje de varios días por esta carretera fluvial, ruidosa, amena y divertida. Las barcas hacían el recorrido formando largas filas, unidas unas a otras, para facilitar la maniobras y ahorrar combustible. El tráfico de barcos por el canal era denso y en muchos momentos muy lento. Cuando se cruzaban una o varias filas de barcos, se requería una gran maestría para poder pasar empujándose unos y otros, ayudándose para seguir el camino. Eran maniobras lentas que requerían destreza y que nosotros observábamos sin perder detalle. Recuerdo con agrado esos días por el Gran Canal desde el que pudimos observar en primera linea la vida de los pueblos de los alrededores.

Tráfico por el Gran Canal
Por la mañana temprano, sobre las 6 de la madrugada, la música y las noticias de la radio despertaban a los pasajeros. El último día, poco antes de llegar a Hangzhou, las noticias sonaban por los altavoces del barco emitiendo sonidos que para nosotros no tenían significado. Nos sorprendió la reacción de los tripulantes y viajeros chinos del convoy: se quedaron muy serios escuchando las noticias y cuando terminaron y sonó la música, volvieron a los camarotes dejando el barco en un silencio extraño. Nos quedamos desconcertados, sin saber que noticia había comunicado la radio, pero nos quedó claro que no era buena y que se refería a los estudiantes acampados en la Plaza de Tiananmen.

Con Victor y el señor en Hangzhou
 Paseando por una calle de Hangzhou se nos acercó un señor mayor, claramente demenciado que hablaba un perfecto francés. Nos pedía monedas y quería saber su valor. Estaba obsesionado con conseguir dinero extranjero “con valor”. Su discurso nos parecía incoherente y saltaba de un tema a otro. Hablaba de su familia dispersa por China, de su mujer que era profesora en una provincia lejana y a la que hacia muchos años que no veía, de sus hijos... Era un señor muy culto, decía cosas que no lográbamos encajar, nos hablaba de escritores franceses y recitaba fragmentos. Hablaba de su presente “sin decir”, callaba evitando expresar sus pensamientos, hasta que entendimos que era víctima de la Revolución Cultural, otro de los temas conflictivos y silenciados en China. Nos fuimos encontrando con él varios días y por alguna razón a mí me dejó una profunda impresión y todavía conservo una pieza de jade verde que me regalo con la palabra “inmortalidad” grabada en ella. 
Medicina china
Los días que pasamos por Hangzhou  pudimos percibir la inquietud que se vivía en el país por las protestas de la Plaza de Tiananmen. Veíamos pequeñas notas colgadas en los troncos de los árboles delante de las cuales se paraba alguna persona. Esas notas cada día eran mas grandes y mayor el número que personas que, formando corros y discutiendo, se paraban delante de ellas. El ambiente cada vez parecía más crispado y cuando quisimos coger el tren para ir a Sanghai nos encontramos con una verdadera marea humana que iba y venía, muchos de ellos amontonados en la ventanilla de la taquilla, por lo que resultaba imposible comprar un billete. Un chico, que hablaba algo de inglés, al ver nuestro desconcierto, nos subió con él a un vagón de tercera e intercedió por nosotros cuando el revisor nos pidió los pasaportes e intento que bajáramos del tren alegando que los turistas no podían viajar en esos vagones.

Un brindis
Cuando llegamos a Sanghai, la ciudad estaba en estado de enfrentamiento, con calles cortadas y grupos de gente ocupando el centro de la calzada para impedir el paso. Encontramos un hotel (después de varios intentos) y desde allí llamamos a la embajada española para que nos informaran y nos indicaran que hacer. Nos cogió el teléfono una empleada, quien con tono exaltado nos dijo, mas bien nos grito, que quiénes éramos, que cómo es que estábamos todavía en China, que los trabajadores de la embajada dejaban el país y se iban precipitadamente y, por lo tanto, no podían hacer nada por nosotros. Colgamos el teléfono desconcertados por la reacción y sorprendidos porque en ningún momento había pedido nuestros nombres, ni mostrado ningún interés por nosotros. 
Qué hacer? Qué ocurría exactamente en China? Para enterarnos decidimos llamar a España, a Francisco, mi pareja en aquel momento. Nos cogió el teléfono una secretaria de la empresa y aunque no pudimos hablar con Francisco, ella nos informó de las noticias que llegaban a España: que los tanques habían entrado en la Plaza de Tiananmen, que en Sanghai el ejército había salido a la calle y se estaban provocando enfrentamientos, situación que, por otro lado, podíamos comprobar mirando desde la ventana del hotel.

Con Victor en los jardines de la Embajada francesa en Sanghai
Llamamos al Consulado de Francia en Sanghai. Ellos si que nos atendieron muy bien y al explicarles nuestra situación nos informaron que había que dejar el país y que, si no había problemas, nos recogerían al día siguiente a primera hora de la mañana. Agradecimos la atención y su amabilidad y nos quedamos a la espera. Nos sugirieron no salir del hotel y esperar hasta la mañana siguiente. Como yo soy miedica por naturaleza, preferí quedarme en el hotel mientras Gema y Víctor se iban a la calle. Volvieron al rato y contaron el ambiente crispado y los grupos de gente en las calles.

Un periodico chino del 6/6/89
Con Gema en la playa de Macao
Por la mañana temprano un coche con pase diplomático fue sorteando barricadas y evitando las calles conflictivas hasta que nos dejó en el consulado de Francia en un enorme edificio colonial con un precioso jardín. A las horas fuimos al aeropuerto donde un avión de una compañía australiana nos llevó a Hong Kong, que en 1989 era colonia inglesa, previa promesa por escrito de que en un mes pagaríamos el importe del billete.
En Hong Kong una periodista francesa nos llevó a casa de sus amigos, también periodista, para que nos ayudaran a conseguir un hotel barato. Al llegar se llevó un “rapapolvo” por ir con desconocidos. En la casa se encontraba un numeroso grupo de personas (periodistas) elaborando panfletos y documentos de apoyo a la sublevación en China y llevar a unos desconocidos era una imprudencia. Rápidamente recogieron todo, lo llevaron a otra habitación, nos facilitaron una dirección en la que quedarnos y nos invitaron a marcharnos.
Desde Hong Kong pudimos llamar a España y aunque estábamos contrariados con el cambio de planes, me impresionó la ciudad. Por primera vez en mi vida admire la belleza de la arquitectura y disfrute observando los impresionantes rascacielos. Los acontecimientos de la Plaza de Tiananmen afectaron a los ciudadanos de Hong Kong y muchas personas llevaban brazaletes negros en señal de duelo. Al día siguiente de nuestra llegada pudimos presenciar la impresionante manifestación de repulsa de mas de dos millones de personas.
Nuestra llegada a Zaragoza
Pasamos también unos días en Macao. Encontramos en la playa unas chicas portuguesas que vivían en la isla y se ofrecieron a enseñarnos el ambiente de la noche. Macao era ciudad de casinos, casas de empeños y locales de prostitución. No pudimos entrar en un casino (no llevábamos la ropa adecuada), así que nos llevaron a una “sala de fiestas”. Nos dirigimos a una zona tipo polígono industrial y entramos en uno de los locales. En la recepción había dos puertas, una que conducía a la sala de fiestas, un local apenas iluminado, con mesas alrededor del escenario ocupadas por señores mayores acompañados de jovencitas con semblante triste. La única iluminación se dirigía al centro de la sala, animado por un espectáculo erótico. La otra puerta llevaba a un estrecho local con un cristal opaco en la pared y una franja en el centro por el que se podía ver otra sala. Estaba ocupada por un grupo de chicas jóvenes sentadas en unos escalones, vestidas con burdos trajes de fiesta que parecían de disfraces y un número colgado a la altura del pecho. La mayoría estaban tristes, muy tristes, algunas lloraban y furtivamente se abrazaban una a otras. Los clientes, después de elegir a una chica por su número, iban a la recepción donde un gran panel señalaba en rojo o verde si el número elegido estaba libre o no. Si estaba libre, el cliente pagaba por los servicios y la llevaba a la sala de fiestas.
Nos quedamos impactados por esa realidad. Las chicas portuguesas nos contaron que eran chicas birmanas recién llegadas y que acababan de ser introducidas en la prostitución. Al parecer en Macao había una baja población femenina y un elevado número de mujeres acababa casándose con sus iniciales clientes. Con todo nos quedamos tristes y al llegar a España intentamos denunciar esta situación.

En la contraportada del periódico El Dia

Nuestra vuelta a España, el día 14 de junio, causó gran revuelo y el periódico El Día nos dedicó una sección. En Zaragoza nos enteramos que nuestros compañeros de trabajo habían estado preocupados y que a través de la concejala Carmen Solano habían contactado con el ministro de Asuntos Exteriores, Fernández Ordóñez, para que nos ayudaran a salir de China, Eso ocurrió después de nuestra llamada a la embajada española en China, que tan mal nos había tratado. Por suerte, todo se quedó en una anécdota de la que se cumplen 24 años y que ahora, gracias a este blog, he podido darme el lujo de recordar y de nuevo rememorar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno Pilar, este es todo un descubrimiento, vaya viaje y aventura.
Puede que algunos viajeros tengamos un poco de imán con los acontecimientos que suceden en los países que visitamos; pero eso es bueno y además poderlo contar.
Sigue informandonos.
Salud.

Pilar Brun dijo...

Son recuerdos de hace muchos años que me apetecia recordar. Para mi fue una experiencia viajar a China en un momento histórico tan especial.